Prehistoria

allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" width="425" height="344">

jueves, 2 de septiembre de 2010

Sîmbolos

Si enigmático, por no decir casi irresoluble, resulta pensar en los autores de los monumentos megalíticos, no lo es menos cuando nos planteamos su finalidad. ¿Qué pretendían con tan gigantesca tarea? ¿Por qué emplear tanto esfuerzo en levantar unos monumentos pétreos de tal escala? ¿Habían de ser eternos?. Esta última parece ser una de las mejores razones para justificar tal inversión de fuerza. Clavar grandes piedras profundamente en las entrañas del dragón (utilizando un símil artúrico) era probablemente el mejor modo de evitar las inevitables consecuencias del paso del tiempo. Además, cuando lo que se quería era precisamente ser consciente del paso del tiempo nada mejor que un sistema por naturaleza imperecedero. Y es que, la investigación en este ámbito, aunque camina lenta, llena de dificultades y con aportaciones a veces poco significativas, ha alumbrado la hipótesis de que buena parte de estos monumentos megalíticos - precisamente aquéllos que no se destinaron a servir de enterramientos- se dedicaban a la observación astronómica, a servir de calendarios anuales o a marcar las diferentes estaciones del año. Sin duda un reloj digno de sus autores...







Junto a un meandro del río Boyne, en Irlanda, hay un cementerio prehistórico con más de 25 galerías funerarias conocido como la Curva del Boyne, y que parece deliberadamente emplazado en una colina para que sus tres tumbas más suntuosas -Newgrange, Knowth y Dowth- dominen el fértil valle que se extiende a su pie. El pasaje funerario de Newgrange es la reliquia prehistórica más espléndida de Irlanda, pues además de su extraordinaria estructura está repleto de magníficas tallas en la roca. Pero, ¿era sólo una sepultura o cumplía alguna otra finalidad?.


La tumba, saqueada y en estado ruinoso, fue descubierta en 1699, y uno de los primeros en entrar en ella fue el estudioso galés Edward Lhuyd (1670-1708), que escribió lo siguiente: "Para entrar por primera vez tuvimos que arrastrarnos; pero a medida que avanzábamos, los pilares laterales iban siendo cada vez más altos, y al entrar en la cueva vimos que tenía unos 6 m de altura. A cada lado había una especie de celda o compartimento; y otro más, exactamente frente a la entrada".


La galería por la que entró Lhuyd mide más de 18 m de longitud y termina en tres pequeñas cámaras resvestidas de grandes piedras. En el alto techo abovedado, las piedras -100 o más- están perfectamente equilibradas y se mantienen en su sitio sin necesidad de argamasa; en cinco mil años sólo se han roto dos. Esta perfección de diseño y ejecución demuestra que los que construyeron Newgrange, hacia el 3250 aC, eran magníficos artesanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario